martes, 19 de octubre de 2010

La política minera colombiana: ábrete de piernas, relájate y disfruta

Un abismo de pérdidas
Un título rudo y grosero, pero cualquiera que haya leído Introducción a la Economía Colombiana de Álvaro Tirado Mejía, difícilmente se mostrará en desacuerdo, o al menos con ganas de edulcorar la realidad. Para ejemplos, dos: la historia de la Colombian Mining Company y Francisco Antonio Zea. El otro, lo tengo que plantear tal como me lo contó un amigo hace unos años: Dos compañías; A (de capital privado) y B (estatal), deciden asociarse para iniciar un negocio promisorio. A suministra las proyecciones que determinan que el negocio es viable y rentable y deciden poner manos a la obra. A tiene unos 6.000 empleados. B tiene unos 50. Los ingresos por cada una de las ventas se reparten estictamente mitad y mitad. Los costos también. A pesar de que las proyecciones de A no se cumplen, la inversión en infraestructura es tan grande, que no queda más remedio que seguir adelante. Después de unos años de operaciones, B está al borde de la quiebra, con inmensas pérdidas y debe ser liquidada. A, sigue tan bien como siempre. ¿Cómo es posible esto?

Cualquier lector agudo se habrá dado cuenta de que se trataba de la historia de Intercor (A) y Carbocol (B), que a pesar de ir a partes iguales en todo, terminó la empresa estatal llevando la peor parte del negocio de El Cerrejón. Ahora sólo es historia, pero a lo largo de doscientos años, esa historia sigue siendo la misma: un gobierno timorato que sólo sabe decir que sí a empresas con auténtica vocación depredadora, digna de piratas. Por otro lado, ¿como es posible que en doscientos años no haya cambiado la forma de hacer negocios en minería? ¿Lo que ahora se llama cultura corporativa?
Hola, soy del Ingeominas y voy a a fiscalizar...
No hay que ser progresista para tener interés en esto. A cualquiera que le duela el país, sabe que los intereses de la Nación se han perjudicado en forma incalculable y se siguen perjudicando. Cristina de la Torre pone el dedo en la llaga; en su columna de El Espectador denuncia como Ingeominas, y en general la anterior administración se rehusó a ejercer control sobre los operadores mineros que explotan nuestras riquezas, algo realmente inaudito y que se podría considerar como traición a la patria. No se trata de sacar a patadas a las empresas inversionistas, simplemente es verificar que no nos estén tumbando, tal como lo están haciendo. Que cumplan con lo pactado. Nada de pacta sunt servanda sic rentibus, ni otros tecnicismos. No conformes con tremendas ventajas (tipo contratos de estabilidad tributaria, que no tienen la mayor parte de empresarios del país), también tienen que recibir la gabela de no tener que rendir cuentas a su socio, el Estado Colombiano. ¡Qué vergüenza!
La Contraloría identificó cinco posibles detrimentos fiscales relacionados con la liquidación de regalías por la Drummond y Cerro Matoso, por un monto de 284 mil millones. Para explotar nuestro níquel recibió la primera beneficios tributarios por 920 mil millones entre 1995 y 2007. Por regalías, sólo pagó 283 mil millones en el mismo período. Si Cerro Matoso dejó de pagar 24 mil millones entre 2004 y 2008 por su explotación en Montelíbano, Córdoba, ya podrá inferirse cuánto se birló en los 21 años anteriores, desde 1982, cuando inició trabajos.
La política minera colombiana no ha variado en doscientos años: simplemente es abrirse de piernas, relajarse y disfrutar(?).
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